Hacia el Gran Cañón…
Miércoles 28 de febrero. La cita era en el lobby del hotel, tras bajar de la planta 14 donde están nuestras habitaciones en la pirámide y atravesar todas la ruletas y mesas de juego. Son las 7:30 de la mañana y hay gente jugando a estas horas, quien sabe si llevan toda la noche o amanecen con ganas de apostar.
Reunimos al rebaño y tras repartirnos en los 4 coches que tenemos alquilados, nos ponemos en ruta. La primera parada la hacemos a la salida de Las Vegas, en el famoso rótulo de bienvenidos a la ciudad. Primera foto del grupo completo, y tira millas, poco más para ver había ahí.
Pero al continuar la ruta, no ha sido posible ir todos juntos. Marulanda nuestro gurú ha hecho «cierta maniobra extraña» y hala!! Cada coche a buscarse la vida para llegar a la presa Hoover. Con mayor o menor complicación, todos hemos llegado a la frontera de Nevada y Arizona, para admirar esta obra de ingeniería que es la presa Hoover.
Oye, ¿pero porqué no desayunamos? Echamos un par de millas hacia atrás y paramos en un casino de carretera. Qué mejor que un buen desayuno dejando las maquinitas de lado. Buena elección para alimentar a nuestros esqueléticos cuerpos y regarlo con cerveza. No son más de las 10 de la mañana y ya estamos pimplando, jodeeer…
De vuelta en la carretera, hacemos una pequeña parada en la histórica Ruta 66. Era un diminuto pueblito de cuyo nombre no puedo acordarme, pero que los locales estaban repletos de motos, coches, carteles e infinidad de objetos relacionados con la ruta. Pit-stop con derecho a la toma de jarabes varios y rehidratación.
Algunos coches hemos continuado por la Ruta 66, mientras otros parecían tener más prisa y se han ido por la interestatal. Y así han pasado las millas y el tiempo hasta llegar al Parque Nacional del Gran Cañón. Allí nos hemos instalado en las cabañas del Bright Angel Lodge, al borde mismo del Gran Cañón. Pero la mayor sorpresa ha llegado cuando las habitaciones solo tenían camas dobles, por lo que hemos tenido que compartir camas. Oh my god!!
Estaba a punto de atardecer y hemos salido a disfrutar de las vistas con un paseo antes de perder la luz. Buen momento para seguir echando risas sobre el detalle de las camas y preparar los detalles para el día de mañana. Cena temprana y cada parejita a su habitación, a gozar de los roces tras las sábanas. Eso sí, dicen que en alguna habitación ha habido botellón, pero son fuentes no contrastadas.