Las Vegas: rugby time
Ahora que ya estamos instalados en Las Vegas, es hora de disfrutar de rugby de primer nivel. En los próximos tres días se disputa la Seven World Series en esta ciudad y ésta ha sido la excusa perfecta para montar el viaje.
Aprovechamos la mañana para hacer algo de shopping, visitar algún outlet y volver a juntarnos en el hotel. De allí andando al hotel de al lado (Excalibur), para tomar los autobuses lanzadera que nos llevan/traen al estadio en menos de media hora. De hecho, el estadio no está propiamente en Las Vegas, sino en la vecina población de Henderson.
¡¡Y comienza el espectáculo!! Los partidos se van sucediendo y empezamos a disfrutar del auténtico Seven. Por poner algún pero, no podemos olvidar que los americanos debieron de dejarse la puerta abierta. Con lo que la corriente heladora nos hizo pasar frío a pesar de estar a pleno sol.
Y quizás eso también hizo que al llegar la noche, la mayoría del grupo decidiera descansar y meterse a la camita a la hora de Telerín. La “alegre” noche anterior y el frío hizo mella, ya te digo…
Al día siguiente amanece algo más nublado y no dudamos en llevar toda la ropa de abrigo posible al estadio. No queremos quedarnos pajaritos como ayer. Partidos y más partidos, jugadas de increíble calidad que consiguen sorprender a la grada. Y es una grada con ganas de pasarlo bien, con mucha gente disfrazada y donde la pantalla del estadio da juego en los tiempos muertos.
Una vez terminados los partidos de grupo, hay un pequeño receso donde la gente aprovecha para comer y beber en la campa habilitada en el exterior del estadio. Diferentes puestos de comida internacional, tienda oficial del torneo, concierto, juegos… Todo lo necesario para que la gente lo pase genial.
Llega la hora de que empiecen los cruces y hacer una pequeña porra para acertar el ganador y finalista del torneo. Por 5 dólares, cada uno hace su apuesta. Para cuando termina la jornada, algunos ya han quedado fuera de la pugna, pero habrá que esperar a mañana para saber el ganador, tanto del torneo como de nuestra porra.
Vuelta al redil del hotel, para salir todos juntos a cenar. Y a pesar de tener reservada la cena en otro hotel cercano (Mandalay Bay), es increíble como se lo montan aquí para que casi no tengas que pisar la calle. Cuanto más tiempo estés dentro, más posibilidades de que te gastes el dinero en ellos y sus ruletas, etc. O sea que, por pasarelas, galerías y demás, llegamos al Mandalay Bay y hay que buscar el restaurante. Desaparecen las indicaciones y tenemos que dividir el grupo en varios frentes para encontrarlo…
Una vez en la mesa, el “filet minuit” es el protagonista de la cena otra vez… se ve que le hemos cogido gusto… Entre vinos, aperitivos y demás, la cena sale algo más cara de lo esperado, pero la txartela del OPLA lo soluciona. Veremos más adelante si el señor tesorero arregla la cuentas.
Y ya nos topamos otra vez con la noche de Las Vegas. Alguno se retira, otros juegan un rato la ruleta (según dicen, con beneficios), incluso también aparece el jarabe y alguna medicina vegetal, que debe ser legal en Nevada. Bailoteos, chicas y cerveza, para acabar como acaban las parrandas en esta asociación.
Mañana siguiente con cierta resaca, para abandonar las inmensas habitaciones del hotel. Dejamos las maletas recogidas en una habitación del lobby. Vuelta al estadio parar presenciar los importantes partidos de hoy. Prometen mucho y no defraudan, aunque salta la sorpresa en algunos cruces y va a resultar una final en la que solo 4 de nuestros apostantes pueden llevarse la pasta. Fiji y Sudáfrica, que estaban realizando el mejor rugby del torneo, caen para dejar paso en la final a USA y Argentina. Para alegría de los presentes, los locales se llevan el torneo ganando con claridad a los pumas. Y entre los nuestros la porra se la lleva Lalo, con lo que vuelve a casa con 80 dólares más.
Termina el torneo y va acabando también nuestro periplo por estas tierras. Es hora de volver al hotel, coger las maletas y pedir unos Uber para ir al aeropuerto. Pero… Oh my god!! Cuando salimos a pedir los Uber, una pedazo limusina negra aparcada nos dice que si queremos nos lleva. Por 85 dólares dice que entramos todos con nuestras maletas, y razón no le falta. Eso sí, nos encajamos como sardinas para realizar el trayecto bajo luces led de colores al ritmo de “despacito”. Una curiosa forma de acabar nuestra estancia en Las Vegas, para posteriormente realizar el largo trayecto hacia Bilbao vía Londres.
¿Vamos pensando en la siguiente escapada?